Poema sin nombre ni número.
Ya no soy el cantor que solía ser.
Aquel con flores en el pelo que se plantaba
en las esquinas con su guitarra y un pañuelo con bicarbonato.
¿Se acabaron los sueños?
He cambiado el arrojo de otros tiempos
por una placentera tarde frente al televisor.
La casa, los hijos, la bondad del fin de semana
son grilletes que callan mi guitarra
con una bandera apretando la garganta.
Por eso mi amor, hoy sólo te ofrezco mi sonrisa,
la sonrisa de los grandes teatros
donde canto… para no llorar.
Ya no soy el poeta que solía ser.
El flaco de bigotes que te regalaba versos
en el papel plateado de las cajas de cigarrillos.
El que le gritó a la guardia
y corrió huyendo por los patios…
El de las manos torturadas que te escribía versos
temblorosos en la casa clandestina.
Mis versos se han vuelto contra mí,
y a duras penas la nostalgia apura el último trago,
para que yo cuente las historias de héroes que nunca conocí.
Me cuesta ahora escribirte versos de amor,
hoy que el amor tiene otro significado,
hoy que tu rostro se cae a pedazos
y una gran cicatriz te abre el corazón.
A los principios les llegó el final
y ya no puedo huir por este patio,
porque ahora aquí descanso por las tardes,
viendo el aleteo de las mariposas,
o leyendo los poemas de Leonel Rugama
mientras mi nieto se mece en el columpio
y las hormigas en fila cargan su alimento.
Ya no soy el cantor que solía ser.
Ya no soy el poeta que solía ser.
¿Me perdonarás algún día Nicaragua?
JC /Mayo/2014.