Mi pequeña historia


Soy leonés porque...

Nací el 14 de diciembre de 1957 en el único hospital de León (San Vicente) y fui trasladado posteriormente al lugar donde residían mis padres: La comarca El Tololar (departamento de León) mi madre: María Esperanza Chavarría Orozco (Maestra Rural) y mi padre: Juan Ramón Centeno Ríos (campesino que vivía de cultivar la tierra). Mis primeros pasos los hice en la finca rodeado de vacas, caballos, gallinas, carretas y mozos haciendo sus faenas.  Según he sabido, mi madre era maestra sin certificación formal, el término era “maestra empírica” y trabajaba impartiendo clases en escuelas de los municipios de León, en ocasiones vivía en las escuelas y por supuesto ganaba un salario miserable. Estuvo casada en primeras nupcias con el finquero Pablo Fonseca, de ahí nacieron mis primeros hermanos: Adilia, Daisy, Gladys, Norma, Uriel, Sergio y Silvio. De tal suerte que cuando nací ya tenía siete hermanos.

De la escuelita al Goyena y al INO

Un día mi padre (Don Juan su segundo esposo) le pidió que dejara el magisterio y se quedara a vivir permanente en la finca, mi madre rechazó aquella propuesta y continuó de maestra en la zona rural. Esa parte me tocó vivirla con ella en lugares como El Tamarindo, Tolapa y Amatitán, en estos dos últimos sitios disfrutaba jugar en los vagones del tren que quedaban estacionados en los rieles frente a la escuela. También me enseñó a leer y más tarde me envió a vivir a León donde una hermana.  Posteriormente me fui a vivir a Managua con Daisy mi hermana, aquí ingresé a la escuela a segundo grado y luego estuve dos años en el Instituto Ramírez Goyena. Era 1972 y había finalizado el segundo año de secundaria cuando llegó el terremoto del 23 de diciembre. Al día siguiente por la noche venía en un camión lleno de muebles de regreso a León. Nunca volví a vivir en la capital.

Ubicado en mi ciudad de origen después del cataclismo continué la escuela secundaria en el famoso Instituto Nacional de Occidente. Tuve nuevos amigos y empecé a adaptarme a la ciudad. Debo confesar que siempre fui un estudiante dedicado y responsable. Entre los compañeros de clases recuerdo a Jimmy Espinal, Danilo Carmona, Martín Chamorro, los gemelos Espinoza (Denis y Douglas), Haroldo Argeñal, Oscar Daboud, Alejandro García El Bash, Mario Castillo El Cuchi, Róger Areas, y otros más. Con Martín Chamorro y Danilo Carmona hicimos un grupo de evangelización que visitaba los barrios, los tres nos identificamos por ser evangélicos de diversas denominaciones. Algunos compañeros de clases murieron a consecuencia de la lucha anti- somocista como Benito Lacayo. De mis maestros aún recuerdo al Dr. Bermúdez, al profesor de Física conocido como El Chavo, a la profesora de Química Socorro Lacayo, a decir verdad muchos tenían apodos que hacen imposible aprenderse los nombres reales.

La guerra, los poemas, la música.

Cuando arreció la guerra contra Somoza yo cursaba el segundo año de la carrera de medicina en la universidad de León, tenía un grupo de música testimonial llamado “Verde Olivo”, creado a partir de haber ganado como solista un festival de música política con mi canción “El sol de la esperanza” a mediados de 1977, recuerdo que en esa ocasión uno de los jurados era Pablo Martínez El Guadalupano. Esa misma canción la preparamos con arreglos y coros, ya con el grupo Verde Olivo, para el Festival Nacional de Música Testimonial de diciembre de ese mismo año. La canción ganó el primer lugar y además recuerdo que fue el 14 de diciembre de 1977, ya que ese día cumplí 20 años. Otros detalles de esa noche para recordar: competimos contra 18 participantes, le ganamos al Grupo Pancasán, le ganamos al grupo Los Rebeldes, que había ganado los 3 años anteriores, uno de los jurados fue Neddar Sirias (del grupo musical Los Fermons), el maestro Matacho me repuso los 5 puntos que me había quitado por hacer el laboratorio de Histología con otro grupo.

Al año siguiente vino la ofensiva insurreccional (1978) y las cosas se complicaron, mi madre y yo dejamos nuestra casa en la Villa 11 de Julio (que después se llamó Villa 23 de julio) y nos fuimos a una finca de unos parientes. Finalmente tuve que asilarme en la embajada de Panamá (Managua) donde permanecí hasta diciembre de ese mismo año, fue entonces que me trasladé a Nagarote, donde una de mis hermanas se había radicado huyendo de los bombardeos de Managua. Allí viví casi clandestino, hice amistad con unos jóvenes que cantaban en el coro de la iglesia y un día ya estaba cantando canciones de los Guaraguao en plena misa. La iglesia estaba frente al comando de la Guardia Nacional y se escuchaban los cantos de protesta por lo que un guardia nos llegó a amenazar al terminar la misa.

La insurrección final (1979) me sorprendió hibernando en casa de mi hermana y a raíz del triunfo de la revolución fundamos la primera casa de cultura junto a unos amigos de este pueblo (hoy convertida en la ciudad más limpia de Nicaragua). También estuve incorporado en la Brigada Cultural Silvio Mayorga (el centro cultural y la brigada tenían ese nombre por el fundador del FSLN que era Nagaroteño) que sirvió de apoyo a la Cruzada Nacional de Alfabetización.

Al siguiente año 1980 regresé a León a continuar mis estudios de Medicina en la UNAN-León. Durante un par de años fui encargado de Cultura en el CUUN. También me tocó ser médico de batallón (Batallón 2960 Malpaisillo) durante varios meses en la zona norte del país. Más tarde me incorporé al cuerpo docente de la Facultad de Medicina en el campo de la Salud Pública. Eran tiempos difíciles y de escasez. En 1987 estuve un año en La Habana (Cuba) haciendo la maestría en Salud Ocupacional y posteriormente me uní al clan sueco que mediante el modelo sándwich se estuvo capacitando en aquel país de escandinavia. En 1995 fundamos la Maestría en Salud Pública y a partir de 2004 viajamos a Honduras a impartir este post grado en varias ciudades.

Finalmente...

La docencia siempre me gustó, siempre le puse pasión, siempre quise hacer las cosas diferentes y dejar alguna huella. Impartí clases durante 30 años, tres años menos (33) que el total de años que mi madre fue maestra. Fui sindicalista en la época que empezaba la contaminación política en las universidades, estuve en la defensa de colegas docentes acusados injustamente por pensar diferente a los lineamientos partidarios. Me jubilé en 2013 para dedicarme a otras cosas. Publiqué un libro de cuentos “Más allá de la fantasía” y grabé un disco con 13 canciones “Un trozo azul de libertad” con el apoyo de mi amiga la poeta Esthela Calderón. Sigo componiendo canciones, escribiendo poemas y relatos, reuniéndome con mis amigos, hasta hemos conformado la BIAL (Bohemia de Intelectuales y Artistas de León) y aún me buscan los estudiantes para que les revise sus investigaciones, es algo que me gusta hacer y seguiré haciendo…