El Cantautor


Primera Referencia

Quizá la primera referencia que tengo de mis posibles raíces musicales es por mi madre, quien formaba parte del coro de la iglesia evangélica donde asistía. Debo señalar que mi madre primeramente fue católica y desde niña la sacaban en procesiones vestida de la virgen María, eso me contaba ella de cuando vivía en Telica. Tiempo después se convertiría al protestantismo dentro de la denominación bautista. La familia de mi madre era de origen campesina, igual que la de mi padre, y trascendió en la zona de occidente cuando protagonizó las famosas vendettas o balaceras con miembros de la familia López, mi madre pertenecía a la familia Chavarría. María Esperanza Chavarría Orozco, así se llamaba, vivió a ratos en la ciudad de León, pero su trabajo de maestra rural la hacía trasladarse a vivir a los pueblos. En los años 60 recuerdo cuando me llevaba los domingos a la Primera Iglesia Bautista de León, yo tenía como cinco años, sacaba su himnario y nos poníamos a cantar juntos, eran los tiempos del Reverendo Oscar Espino. Siempre me llamó la atención la exaltación y sentimiento de la gente al cantar.

A la capital

Años más tarde me fui a vivir a la capital con mi hermana Daisy, allá terminé la primaria e inicié en 1971 la secundaria en el Instituto Ramírez Goyena. Ese mismo año probé suerte en la convocatoria que el maestro Rómulo Acevedo, profesor de música del colegio hacía para integrar a nuevos miembros a la banda. Llegué lleno de nervios, había una fila de chavalos audicionando. El maestro le decía a cada uno cuando llegaba su turno: Repita conmigo “Doooooooo” y lo hacía en un tono tan grave que casi nadie podía repetir. Yo cogí aire y me salió un sonido terrible… pruebe el próximo año me dijo. Salí frustrado.

En ese colegio hice muchos amigos como el chele Marvin Chávez quien me acercó a la música Rock, también escuchaba los programas de Radio Vanguardia y Radio Juvenil, especializadas en Rock. Recuerdo que ahorré varios meses y me compré un L.P. (Long Play) o disco de acetato, del grupo GRAND FUNK RAILROAD, el álbum se llamaba “Closer to home”, llegué contento a casa, a sabiendas que no teníamos ningún aparato para oírlo. Décadas más tarde me dio mucha satisfacción saber que este grupo también es el grupo favorito de Homero Simpson, famoso personaje de la TV.

Esta época que viví en Managua me permitió conocer el ambiente farandulero de la capital. Cada tarde al salir de clases del Goyena, un grupo de amigos nos íbamos caminando hasta llegar a la Avenida Roosevelt donde nos deteníamos en los escaparates de las tiendas a contemplar todo tipo de productos. Creo que donde pasábamos más tiempo era en la tienda de música, donde se exhibían muchos instrumentos en especial los raros estilos de las guitarras eléctricas. Más tarde tomaba el bus que me llevaría a casa ya entrando la noche. Para este tiempo estaba el auge de los grupos de rock de inicios de los 70, puedo recordar que algunos se inclinaban al Latin Rock como Bwana, otros al estilo clásico como la banda Cerebro, Los Rockets, Los Hellions, pero quien más sobresalía era el super grupo Poder del Alma (Soul Power) donde resaltaba la figura de René El Chapo Domínguez, uno de mis legendarios héroes musicales. Nunca imaginé que muchos años después tendría la amistad de El Chapo a través de Facebook. Otra ciudad que generaba grupos musicales era León con Los Clarks, Los Fermons y los representativos Hermanos Cortés (Sergio, Orlando, Simeón y la Chena). En Chinandega habían surgido Los Bitters, Los Juveniles eran de Matagalpa, en El Sauce estaban Los Hammer, donde se destacó mi primo Guillermo Manzanares.

Retorno a León

El terremoto de diciembre de 1972 me obligó a retornar a León junto al resto de familiares. En ese momento yo vivía con mi madre en el famoso Barrio La Fuente, mis hermanas Daisy, Norma y Adilia, vivían dispersas en otros barrios de la capital, nadie resultó lesionado y todos volvimos a León.

Esta nueva etapa inicia cuando yo tengo 15 años, mi madre compró un terreno e hizo una casita bastante rústica en el Reparto San Carlos, al norte de la ciudad. En 1973 entro a estudiar al INO (Instituto Nacional de Occidente) y continuo la secundaria matriculándome en tercer año. Una marejada de gente de Managua que llegó por el terremoto entró a estudiar ese año. A estas alturas no tengo ninguna inclinación musical ni artística. En mi nuevo colegio conozco a varios compañeros que tenían un grupo de evangelización (eran evangélicos o protestantes) y me integro a su grupo. Por primera vez tengo frente a mí a un tipo con una guitarra y cantando alabanzas. ¡Me resulta mágico ver que alguien toque la guitarra!  Empiezo a cantar melodías religiosas y pronto me veo cantando en el grupo. Un buen día mi madre me sorprende con una guitarra que me había comprado, con su pensión de maestra jubilada había hecho lo imposible. Aquel instrumento era rústico, igual que nuestra casa, la guitarra tenía clavijas de madera y resultaba difícil afinarla. La división de los trastes era de un material metálico sin pulir y tenía un filo que al deslizar mis dedos me maltrataba sin piedad. Aprendí a tocar con un pequeño folleto que compré en 5 córdobas en una librería. Las primeras dos canciones que aprendí fueron Imagine (John Lennon) y Spinning Wheels (Blood, Sweat and Tears, Sangre sudor y lágrimas). Pronto estuve tocando con la guitarra del grupo evangélico, era un alivio sentir la suavidad del brazo de aquella otra guitarra. Todavía recuerdo “Pueblo que camina por el mundo gritando ven señor…” no sé si iba en Sol menor o en Fa sostenido menor.

En 1975 me hago bachiller en el INO, es la hora de escoger una carrera y una universidad. Recuerdo que quería ser profesor de idiomas o ingeniero civil, pero esas carreras no existían en la universidad de León (UNAN León), por comodidad y como estaba de moda decido estudiar medicina y entro a la universidad en 1976. La competencia entre los estudiantes para lograr entrar o adquirir el ansiado cupo era extrema. Entre miles de aspirantes logro entrar entre los 120 escogidos para estudiar medicina ese año. Al año siguiente estoy vistiendo mi bata blanca y lidiando con huesos y cadáveres en el viejo hospital San Vicente. En las aulas universitarias me pongo al tanto de la situación política nacional y de los esfuerzos por organizar la lucha armada contra la dictadura de Anastasio Somoza. A estas alturas del campeonato soy un joven delgado (20 años) medio hippie, uso el cabello estilo afro, visto desaliñado, me he unido al Movimiento Cristiano (MC) organización que apoya la lucha contra Somoza y empiezo a escribir canciones contra la dictadura.

A inicios de 1977, participo en la escuela de medicina en un festival de música testimonial con mi canción “El sol de la esperanza”, subo al escenario con una guitarra prestada y sorpresivamente obtengo el primer lugar. Este evento me dio a conocer y más tarde unos compañeros de clases me proponen hacer un grupo, así nace el grupo “Verde Olivo” formado por Rafael Amador, Julio Arauz, Duilio Sandino, Benito Sánchez, Sonia Rosales, Angélica Alvarado y Juan Centeno. Cuando estábamos pensando qué nombre le pondríamos al grupo se nos acercó nuestro inolvidable compañero Mohared Dipp (q.e.p.d.) y con una gran sonrisa dijo “Tengo el nombre, refleja que son estudiantes de medicina y están en la lucha, se llamarán Las Gabachas sangrientas”, todos reímos y continuamos buscando el nombre hasta que quedó “Verde olivo” el color de la guerra. El 14 de diciembre de ese mismo año llevamos “El sol de la esperanza” al gran festival nacional de música testimonial. El evento se realizó en el auditorio Ruiz-Ayesta de la universidad de León. Competimos contra 18 participantes incluyendo “Los rebeldes” quienes habían ganado las 2 veces anteriores. También participó el ya famoso grupo Pancasán. Fue una gran satisfacción volver a ganar el primer lugar esta vez con el grupo. La canción fue cantada por un tiempo por mucha gente. El grupo Verde Olivo se convirtió en un instrumento de agitación política en los barrios de León. Ya había compuesto más canciones testimoniales que utilizábamos en esta tarea. Era cosa común salir corriendo con las guitarras cuando llegaba la guardia y lanzaba gases lacrimógenos. Aprendimos a llevar con nosotros pañuelos y bicarbonato para apaciguar los efectos de los gases. Pronto llegaría el triunfo de la revolución y habría que empezar etapas nuevas.

Los años 80

El triunfo de 1979 me sorprendió mientras estaba medio clandestino en casa de mi hermana Daisy quien se había mudado a Nagarote desde Managua huyendo de los bombardeos. De inmediato empecé a trabajar con gente de este lugar en asuntos meramente culturales. Quienes estaban a cargo de la parte política siempre se arrogaban ser dueños de las verdades absolutas y eso me fastidiaba mucho. Pronto inauguramos la casa de cultura de Nagarote en la casa donde naciera uno de los fundadores del FSLN, el comandante Silvio Mayorga. Su madre nos ofreció un espacio de la casa donde se realizaban prácticas de baile, música, etc. Llegamos a conformar un grupo grande de artistas populares como de 30 personas.

Cuando llegó la Cruzada Nacional de Alfabetización a inicios de 1980 la casa de cultura en pleno se incorpora como brigada cultural. Yo empiezo a escribir canciones que canto con mi nuevo grupo musical “18 de julio” nombre asignado por ser la fecha de liberación de Nagarote. El grupo lo formaban Rolando Martínez (El Tuky), Antonio Romero (El Pucho), la voz femenina era de Otilia Blanco, Manuel López, Marcial Contreras y yo. Ocasionalmente nos acompañaban los hermanos Julio y Memo Silva. Para todos, excepto yo, era la primera vez que estaban en un grupo. En la brigada también había un grupo de danza y un grupo de teatro. Todos nos desplazábamos a pie cargando los instrumentos, materiales, vestuario, utilería, además de las provisiones como arroz, aceite, etc. Llegábamos a una zona y establecíamos una especie de campamento y desde ahí visitábamos las comunidades cercanas donde hacíamos nuestras presentaciones de apoyo a la alfabetización.

Algunas canciones que escribí en esta época pasaron al olvido, otras sirvieron de base para nuevas canciones, otras las recuerdo con cierta dificultad.

En 1981 regreso a León a terminar mis estudios de medicina. Durante el año de internado tuve la experiencia de incorporarme como médico a un batallón de reservistas de Malpaisillo. Estuvimos en la zona norte fronteriza con Honduras y muy cerca vi morir a muchachos con quienes había hecho amistad durante la preparación. Anduve uniformado con fusil, me bañaba cada cierto tiempo, agarré piojos, comía lo que había en esas condiciones, hice unas críticas fuertes al trato que recibían los campesinos que formaban aquel batallón, me hicieron consejo de guerra, me absolvieron por la intervención de un asesor cubano, estuve atendiendo emergencias en las unidades de salud de la zona (atendí el parto a varias señoras) y finalmente 3 meses más tarde me llegó mi reemplazo y regresé a Managua viajando en un avión que trasladaba heridos.

Estas vivencias de alguna manera influyeron en el contenido de mis canciones en esa época. Meses después había terminado la carrera y me incorporé a la docencia en la escuela de medicina de la universidad de León.

Una nueva experiencia musical fue el grupo “Nicaragüita”, formado por profesores universitarios durante la mitad de los 80. Sus miembros eran Antonio Saldaña (Matemático), María Eugenia Marín (Odontóloga), Noel Cruz (Abogado), Adalberto Sarria (Abogado) y yo que venía de la facultad de medicina. Cantábamos casi exclusivamente música regional nicaragüense, son nica, y raramente alguna canción de mi autoría.

En 1986 conozco a una bella mujer, me enamoro desde el primer instante y me voy a vivir a su casa en la comunidad Fundeci al Sur-este de León. En este lugar escribo mis canciones más representativas como “Un trozo azul de libertad” y “El experimento”, en 1987 viajo a Cuba y en mayo nace mi hijo Víctor a quien le escribo la canción que lleva su nombre. Poco a poco se termina la agitada década de los 80 y se acaba también la revolución.

Los 90

La década de los 90 trae nuevos aires al país. Viajo a Suecia a estudiar y tengo la oportunidad por primera vez de comprarme armónicas en diferentes tonos, (ya había aprendido en los 70 a tocar armónica). Sigo haciendo canciones y participando con formato acústico, me acompaño ahora con mis armónicas utilizando un sostenedor de armónica (Frame holder) al estilo dylaniano. En 1995 participo en un festival universitario en Managua y le dan tercer lugar a mi canción de los locos (Un trozo azul de libertad). En 1996 creo un grupo musical en la universidad, por primera vez con formato electrónico, teclados, batería, bajo, guitarra… le doy el nombre de “Molinos de viento” y empezamos a ensayar mis canciones. Hacemos varias presentaciones y competimos en el festival de música de las universidades y obtenemos el tercer lugar con mi canción “La vida empieza mañana”. Meses después el grupo decide tomar otro rumbo y lo convierten en un grupo comercial con el objetivo de hacer dinero tocando en fiestas y eventos, se cambian el nombre a “Madero”, fue una buena experiencia.

En la década del 2000 al 2010 continúo trabajando como docente universitario. Escribo nuevas canciones y desempolvo algunas viejas para hacer adaptaciones modernas. De vez en cuando contrato músicos que me acompañan en presentaciones. La gente me pregunta donde pueden comprar mi música y respondo que aún no he grabado.

Finalmente en 2013 consigo apoyo para grabar. La Promotora Cultural Leonesa de la poeta Esthela Calderón, vieja amiga en la poesía, me otorga el financiamiento para hacer un disco. El proceso se lleva a cabo en Managua en Guadamusic Studio de Luis Manuel Guadamuz, ex integrante del Grupo Libertad (de los 80). En estas sesiones me acompañó mi viejo amigo de cantadas Flavio Hernández quien hizo coros y cantó varios temas. Tuve la fortuna por esas casualidades del destino de integrar en una de mis canciones (El Camaleón) a Luis Enrique Mejía Godoy, quien llegó al estudio y escuchó la canción, lleno de ese entusiasmo que siempre carga nos pidió una estrofa y pues fue un honor incorporar su potente voz. Algo parecido ocurrió con Phillip Montalbán cuando escuchó mi canción en ritmo reggae para Salvador Cardenal, también Phillip me acompaña en ese tema. El disco tiene por nombre “Un trozo azul de libertad” y lleva 13 canciones. Por supuesto que el diseño es de color azul y lo realizó mi hijo Dylan Centeno, quien incorporó en la portada una figura de las que se utilizan para hacer pruebas psicológicas. Este proceso fue inolvidable y el disco salió a luz en enero del 2014.

Entre mis últimas travesuras musicales está la grabación en 2015 del tema “Me gusta mi León” que es una canción urbana que habla de cuatro problemas de mi ciudad, la basura, la delincuencia, el desorden en la zona comercial y las tolvaneras. Es una salsa que lleva arreglos de Jefferson Cortez y una introducción del Poeta Núñez diciendo: “¡Mirá papá, esta canción sí es necesaria!”. La canción ha sido utilizada para campañas contra la basura y se ha vuelto popular. En 2016 me decidí a experimentar con un bolero ranchero y escribí “Vuelve a León” dedicada a las mujeres que se han marchado de esta ciudad, habla de lugares históricos, costumbres, personajes y es parte de la tendencia de canciones románticas que hacen referencia a ciudades, como por ejemplo Venecia sin ti y Ticuantepe sin vos, esta última de Carlos Mejía Godoy.

Otra travesura musical es la versión «Ese poeta soy yo» de la balada reciente de Roberto Carlos, donde aparecen retratados en la letra seis poetas leoneses amigos míos. La canción es a ritmo de reggae y bastante pegajosa.

Si me preguntan “¿Qué tipo de música es la tuya? La respuesta sería: Es música social con ritmos variados como balada rock, blues, reggae, salsa y otros, con la influencia de mis héroes musicales de los 60 y 70.