LA CONFUSIÓN
LA CONFUSIÓN
Aventuras del detective Jack Percy
Certificado por CDE, International Corp. Puerto Rico.
Un indigente con muletas, que también es informante, de esos que se mantienen en el sector de la esquina de los bancos le pide limosna a Jack al verlo pasar, le agarra la mano y lo acerca para susurrarle que un famoso capo, amante de la sopa de mondongo irá el domingo al Champán Bar a disfrutar esta delicia. Jack le pasa un billete de cincuenta córdobas ante el gesto de insatisfacción del mendigo.
Llega el domingo. Al pitazo del mediodía, Jack se presenta al sitio disfrazado de poeta, lleva lentes oscuros, una camiseta con la imagen de Toulouse-Lautrec, boina negra, un pequeño bolso colgado del hombro izquierdo, un ejemplar de «La insoportable levedad del ser» de Kundera y entra hablando mal de la Gioconda y Sergio. Se ubica lejos de la puerta por pura precaución, además hay música en alto volumen. Hace una señal al mesero indicando que quiere una sopa. A unos metros frente a él observa una mesa con seis tipos de aspecto rudo. Parece que todos están tomando de esas nuevas bebidas en latas cilíndricas que se diseñaron para chicas inexpertas en alcohol.
—¿Éstos son los hombres del Siglo 21? — Se preguntó.
—¿En pleno 2023 y toman eso?
Movía su cabeza como respondiendo que no a un interrogador invisible. El mesero llegó con la sopa y Jack aprovechó para decirle: «¿Sabía Usted que esa agüita con tamarindo lleva apenas cuatro por ciento de alcohol?» «¡Y la elaboran para el gusto fe-me-ni-no!» El muchacho se retiró, entonces Jack extrajo de su bolso una fina petaca cubierta de cuero donde había llevado un poco de whisky. La petaca era un recuerdo de Daniel Viglietti conservado desde los ochenta cuando Jack fue su guardaespaldas en una de sus visitas a Nicaragua.
Pronto se olvidó del capo y continúo observando al grupo. Hablaban casi gritando, soltaban sonoras carcajadas. Más tarde, una decena de jugadores de beisbol irrumpieron al bar. Entraron, saludaron a los rudos juntando los puños y se sentaron en la mesa contigua. Pidieron de las mismas bebidas en lata. ¡No puede ser! …pensó el detective disfrazado.
Jack no despegaba los ojos a la mesa que tenía enfrente. Observó que uno de los tipos, el más joven que llevaba una espesa barba alzó una cerveza que permanecía oculta a los ojos del detective y dio un largo sorbo. Jack Percy sonrió y dijo a sí mismo «¡no todo está perdido, he allí el hombre!» «¡El representante de nuestra masculinidad!» Vio renacer la esperanza del hombre nuevo de Omar Cabezas que le enseñaron en la escuela de cuadros. Había recuperado la confianza y decidió volver al asunto del capo. Creo que fue una falsa alarma…pensó. No había nadie de aspecto sospechoso en aquel lugar. Apuró otro trago de whisky y guardó la petaca para que no la viera el mesero. En cierto momento, la música cesó y los clientes reclamaron. Entonces el tipo de barba que tomaba cerveza aprovechó para decir a sus acompañantes:
—¡Chicos, tengo un hambre espectacular, voy a pedir algo de comer! ¡Una sopa por favor! —. La frase en un tono muy femenino y delicado había caído como balde de agua fría sobre Jack Percy. Su hombre nuevo se le había caído estrepitosamente. Sintió que el mondongo se le revolvía por dentro. Bebió lo que quedaba de whisky y pidió la cuenta. Estaba frustrado porque no había cumplido su misión, salió del bar masticando su inconformidad por la confusión que había tenido. Dedujo que estaba perdiendo su olfato de detective. Caminó en busca de un taxi, se detuvo frente a un contenedor de basura donde arrojó La insoportable levedad del ser.
Al día siguiente fue a la acera de los indigentes. Iba a hacer el debido reclamo a su informante. Lo halló en el sitio de siempre y se sentó junto a él. —Sos un desgraciado renco mentiroso, el hombre nunca apareció. ¿De dónde sacaste ese cuento? — le dijo alterado en voz baja. El hombre rompió a reír. Hoy salió en todas las redes sociales, le dijo mientras sacaba de un viejo costal un smartphone para mostrarle la noticia. Jack leyó el titular «Capo hondureño visto en bar de León tomando sopa» En las fotos se miraba a un joven de barba riendo y disfrutando alegremente, sin temor a ser reconocido. También se mostraba una imagen del capo sin barba, posando en una hacienda, rodeado de animales. Entre las fotografías dos cosas llamaron la atención al detective Jack Percy. Varios jugadores de beisbol con armas ligeras en la cintura… y al fondo, un poeta de lentes oscuros bebiendo whisky de una lujosa petaca cubierta de cuero.
JCenteno/1 septiembre/ 2023.