Prisa de enero

a la memoria de Francisco Udiel

Nació solo.
Creció sin percatarse que el tiempo caminaba tras él,
amó y sufrió en medio de una multitud de ciegos.
Escribió su poema gris del amor y la muerte,
acarició la gloria con furia apresurada.
Colgó su tierno corazón de la rama más alta,
y cuando creyó que ya había hecho todo,
abrió su puerta con angelical curiosidad,
dejándonos impávidos del otro lado,
mientras las estatuas de los parques
lloraban sobre los pájaros mudos.
Así se marchó, sin despedirse de la tarde,
consciente del ruido de sus pasos que se pierde a lo lejos,
y dejándonos en la boca
el sabor amargo de sus últimos versos,
que caen como la lluvia sobre una calle desolada
en esta noche abominable… que nunca termina.

JCenteno/enero/2011